Puente Largo de Aranjuez

El Puente Largo de Aranjuez es uno de los primeros puentes construidos en la época de la Ilustración en España. Se enmarca dentro de la política iniciada por los Borbones para mejorar las comunicaciones del reino.

 

Dicha política consistía en crear una red radial de carreteras, centralizada en Madrid, que enlazara los Reales Sitios y las principales capitales de provincia con la capital. En  concreto este puente mejoró el acceso al Real Sitio de Aranjuez, formando parte del Camino Real de Andalucía. Es una obra que transmite ritmo, orden y solidez.

La longitud total del puente es de 340 metros, con un ancho de tablero de 11 metros y una altura máxima de rasante de 11,8 metros.

 

Todo el puente es de sillería blanca, cuya piedra procede de las canteras de Colmenar de Oreja.

 

Consta de 25 bóvedas de cañón de 7,5 metros de luz libre, separados por pilas de 4 metros de ancho. A ambos lados de las pilas se sitúan los tajamares, divididos en tres cuerpos, siendo el tercero o superior un sombrerete gallonado. Existen dos tipos de tajamares, unos ovalados o apuntados y otros planos. Los tajamares ovalados corresponden a los dos antiguos ramales del río: un primer grupo en las pilas de los 8 arcos en la margen izquierda y  otro grupo en las pilas de los 3 arcos más cercanos a la margen derecha.

La iniciativa de la construcción del puente corrió a cargo del rey Fernando VI en 1.757, sin embargo, tras la muerte del monarca (1759), su terminación corresponde al reinado de Carlos III.

 

El cruce del río Jarama se realizaba primero por un puente de madera y, más tarde, por un puente de barcas que quedó inutilizado tras una crecida en el año 1.749. Las obras de reconstrucción del palacio de Aranjuez y del conjunto urbano requerían un puente sólido y permanente que permitiera el tránsito  cómodo.

 

El proyecto y la construcción fueron encargados a Marcos Vierna, maestro de cantería en sus inicios y que posteriormente desempeñó los cargos de Comisario de Guerra y Director de Puentes y Caminos.

 

Uno de los primeros problemas que tuvo la construcción del puente fue la mala calidad del terreno donde apoyar las bases de las pilas. Se trataba de unas arenas flojas de hasta 2 metros de espesor, seguida de otra capa de arena más firme. Para ello se recurrió a un sistema de cimentación formado por pilotes y un emparrillado de madera (descripción en la leyenda de la lámina inferior).

También hubo problemas con el suministro de la piedra, pues se debían servir 6.146 sillares antes del 1 de febrero de 1.758. El contratista  Pablo de Salas, que se había quedado con la concesión, por si sólo no era capaz de  cumplir con las condiciones de la contrata, por lo que se tuvo que recurrir a otros contratistas de Ontígola y Colmenares para cumplir con dicho plazo.

 

Las condiciones de trabajo fueron muy duras y complejas pues se trataba de terreno encharcado. Incluso una riada causó la ruina del puente auxiliar.

En 1.761 se terminaron las obras.

 

Posteriormente, entre los periodos de 1.895 a 1.920 y de 1.944 a 1.945 se realizaron labores de recalce y consolidación de cimientos. Sin embargo, la intervención más importante se realizó después de la Guerra Civil, ya que fueron voladas las bóvedas 16ª a la 19ª, por lo que se tuvieron que reconstruir.